JINETES SIN ESCUDO LAS REPRESENTACIONES ECUESTRES DE LA CITERIOR Manuel Gozalbes Fernández de Palencia |
Denario de
sekaiza
[J. Vico S.A. 139 - 13/06/2013, nº 69]
Tesorillo.com Agradezco a su autor la autorización que me ha dado para poder incluir su trabajo en esta web. ¡Gracias, estimado Manuel! |
Introducción Los jinetes fueron protagonistas de la mayor parte de las emisiones de la Citerior, figurando como portadores de diferentes objetos, entre los que la lanza y la palma fueron los más habituales. Las propuestas sobre el origen y significado de esta representación ecuestre se encuentran presentes en los estudios numismáticos sobre la moneda ibérica desde finales del siglo XIX. Existe un debate acerca de si se trata de una imagen importada o de una creación autóctona y, aunque la primera teoría ha contado con mayor número de defensores, ninguna de las dos propuestas ha llegado a consolidarse. En la escena se ha querido ver una representación de las élites ecuestres de las sociedades indígenas [1], aunque no se ha llegado a relacionar con ningún tipo de actividad concreta. Resulta complejo abordar el posible significado de unas escenas ecuestres monetales descontextualizadas, pero la observación de que sus jinetes lanceros no presentan escudo, permite dirigir la atención hacia representaciones similares en otros ámbitos figurativos, que se encuentran generalmente relacionadas con el mundo de la caza. Ello podría otorgar a estos jinetes monetales un simbolismo relacionado con actividades especificas de las sociedades aristocráticas, vinculadas a la naturaleza, mensaje adecuado a los sistemas de creencias indígenas y, adicionalmente, coherente con los reversos de las numerosas emisiones que incluyeron representaciones de animales.
El origen del modelo En sociedades tradicionales y aristocráticas, la presencia de jinetes en diferentes ámbitos artísticos y artesanales no puede considerarse sino como la plasmación de la realidad social imperante. Los diseños de tipo ecuestre fueron relativamente frecuentes en emisiones griegas y greco-itálicas [2], aunque por cronología, distancia o rareza de los tipos, no han sido tomadas en cuenta en relación con la elección del modelo peninsular. La investigación ha recogido tradicionalmente dos tipos, a partir de los cuales podría haberse originado la copia; el jinete de las emisiones griegas de Hierón II de Siracusa [3] [fig. 1] (o alguna de sus secuelas [4]), y los Dioscuros de los denarios republicanos [5] [fig. 2]. Sin embargo, el jinete ibérico no es una reproducción fiel de ninguno de los dos supuestos prototipos. En el primer caso los atributos habrían sufrido ligeras modificaciones, mientras que en el segundo, el diseño se habría reinterpretado eliminando a uno de los dos jinetes. Es una opinión prácticamente unánime que la introducción del tipo podría haber tenido lugar en kese, sin embargo el jinete con palma de sus primeras emisiones se habría alejado bastante del modelo de Hierón II, con lanza y clámide. Tampoco la dracma de iltirkesalir ni los primeros denarios kese [fig. 3] estuvieron próximos a estos prototipos, la primera porque carece de clámide y lleva el escudo al modo tarentino, y los segundos porque presentan un jinete con palma acompañado de un segundo caballo. Así, las representaciones más antiguas no encuentran un referente claro en ninguno de los dos modelos. En relación con este supuesto fenómeno de copia cabría preguntarse por qué, en otros casos, talleres ibéricos y celtibéricos sí que fueron capaces de copiar diseños romanos reproduciendo invariablemente sus detalles originales con precisión [6]. El recurso a la interpretatio o "préstamo de imagen" puede servir para justificar las modificaciones introducidas en el caso del jinete, no obstante, estas importantes diferencias también han servido para defender una creación autóctona del diseño, poco innovador por otra parte ya que, en última instancia, se limitaba a repetir unos elementos comunes en todo el Mediterráneo [7].
Independientemente de su origen, la consideración del jinete como guerrero cuando aparece equipado con lanza u otras armas [8], parece quedar fuera de toda duda. No se analizarán aquí los matices derivados de las posibles matices derivados de considerar si el jinete lleva una lanza o jabalina, un pilum o un soliferreum [9]. En los casos en los que es portador de una palma, por extensión, podría tratarse un personaje de similar rango o carácter, pero ejerciendo otro tipo de actividad. Resulta estéril debatir sobre su posible carácter terrenal, histórico, mítico o divino, resultando más prudente limitarse a admitir que su papel pudo haber estado determinado en última instancia por los objetos con los que fue representado.
Las posibilidades de un diseño ambiguo Las monedas del jinete lancero fueron empleadas tanto por las poblaciones indígenas como por los romanos. ¿Por qué no se explicitó más su temática ecuestre? ¿Pudo ser considerada o descubrirse tras su adopción una cierta ambigüedad del diseño como una virtud del mismo? O incluso, ¿pudo radicar su prolongado éxito en dicha ambigüedad? Lo cierto es que el jinete lancero no resulta un diseño original ni en el contexto mediterráneo ni en el de los pueblos europeos más septentrionales. Como tema figurativo su difusión fue inmensa y como recurso simbólico se prestó a multitud de matices. En la Hispania Citerior de los siglos II-I a.C., el diseño pudo tener un significado en cierto modo dual, como representación ecuestre que resultaba familiar para las sociedades ibéricas y celtibéricas, pero que también los romanos encontraban inteligible desde su óptica. Resulta difícil encontrar su posible modelo pero, sin hablar de prototipo, quizá el hecho de que existieran los denarios con el reverso de los Dioscuros influyó en la creación del diseño [10]. Al ser éstos la moneda romana común de plata hasta finales del siglo II a.C, la opción de crear un diseño que guardase una cierta relación formal con aquellas pudo resultar interesante. Una repetición del tipo no podía llevarse a cabo ya que en términos de política monetaria no habría resultado adecuado copiar el diseño principal de la metrópoli, hecho que, adicionalmente, podría estar desvelando la intervención romana en el proceso. Pero sí que había lugar para una reinvención del modelo. En este sentido resulta llamativo que, ya en la II Guerra Púnica, el Pegaso de las dracmas ampuritanas fuese un motivo conocido y comprendido por los romanos [fig. 4]. Mas tarde, en bronce, todos los diseños empleados en la Citerior en los valores principales del sistema como alternativos del jinete también fueron adecuados para los romanos. En este caso se encuentran los tipos de untikesken, arse-Saguntum y Valentia, a pesar de la singular posición cultural ocupada por estas tres ciudades. En este mismo sentido cabe añadir que la presencia de una escena con dos caballos en algunas emisiones de denarios y quinarios también parece un tema comprensible desde la óptica de personas habituadas a manejar las piezas con los Dioscuros.
Todo lo expuesto refiere a una posible intención albergada al crear el modelo. Sin embargo, más allá de los designios de las autoridades emisoras, los usuarios que manejaron las monedas pudieron realizar diferentes lecturas de un mismo motivo. Por ello cabe hacer hincapié en la polisemia potencial del modelo por parte de aquellos que manejaron estas piezas; a los romanos les pudo resultar también un diseño familiar y a las poblaciones indígenas sugerirles la inmediatez de un poder aristocrático pasado o presente. Se corre un riesgo importante al tratar de asignar una actividad concreta al jinete lancero [fig. 5], ya que es factible que no desarrollase ninguna de modo específico. No obstante las representaciones ecuestres, como tema figurativo de otros repertorios artesanales de cronología similar a la de las emisiones monetales, remiten habitualmente a una temática de tipo cinegético. Es cierto que hay excepciones, y que las representaciones son heterogéneas, pero tanto si hubiese que determinar la actividad del jinete monetal por una cuestión de preferencias temáticas en otros ámbitos figurados, como si hubiese que basar su posible actividad en un cómputo estadístico basado en sus atributos, se llegaría en la mayoría de casos a una escena de cacería. Las monedas no ofrecen detalles para suponer un contexto narrativo complementario, hecho que pudo deberse a su concepción ambigua. No obstante, los contextos narrativos de mayor amplitud demuestran que la figura del jinete lancero sin escudo remite normalmente a escenas venatorias. Como poco cabría defender que algunos usuarios de aquellas monedas pudieron entenderlas de esta manera de un modo inequívoco.
Jinetes sin escudo El escudo no debió considerarse como un objeto de presencia aleatoria al abordar la representación de un guerrero. Si el jinete lancero de la Citerior se grabó sin escudo fue, muy posiblemente, de forma deliberada. Ya que en cecas puntuales existió la voluntad de incluirlo en la espalda (iltirkesalir [11]) [fig. 6] o en la mano (ikalesken [12]) [fig. 7], resulta factible pensar que cuando se omitió se hizo de forma consciente. No parece razonable considerar que el escudo pudiera encontrarse tapado por las figuras del jinete y caballo, o que no se hubiera grabado como consecuencia del esquematismo impuesto por el reducido tamaño de la representación [13].
Los escasos tipos monetales que lo emplearon en la Península Ibérica, coinciden en mostrar que el jinete llevaría el escudo con la mano izquierda y la lanza con la derecha [14], avanzando invariablemente hacia la izquierda [15]. Excepcionalmente, en algún cuño de Carisa, el jinete (que no lleva lanza o no resulta visible) avanza en sentido inverso al habitual, cambio que aparentemente lleva el escudo a la mano derecha, pero que no es más que el resultado de un error o de una escasa cualificación en el proceso de producción de las piezas [16]. Con estas premisas, en un jinete encarado hacia la derecha, podría pensarse que el escudo simplemente queda tapado por los cuerpos de caballo y jinete. Sin embargo, el escudo también se hubiese podido representar si se hubiese considerado como un elemento relevante. Muchas de las cecas contaron con grabadores cualificados que hubieran solventado con éxito la inclusión de un escudo en cualquier posición si hubiese existido voluntad para ello. En las monedas de Tarento, por citar un ejemplo próximo y relativamente común, se representa en numerosas emisiones un jinete avanzando a izquierda que sostiene el escudo con su mano izquierda. Cuando el jinete se muestra avanzando a derecha, también lleva escudo y resulta perfectamente visible tras su cuerpo a pesar de llevarlo con la mano izquierda [fig. 8].
Escoger entre un sentido de la marcha del caballo a izquierda o derecha en el grabado del cuño parece una elección irrelevante en relación con su significado, justificándose únicamente por su influencia en la visualización de los objetos asociados al jinete. Una ventaja importante de mostrar el jinete avanzando hacia la derecha es que la lanza resulta visible en todo su recorrido y no presenta problemas de visualización al grabarla en una posición aproximadamente horizontal. En los pocos casos en que ésta queda detrás del caballo su presencia es más confusa y cerca de la mitad del arma suele quedar oculta. Todo ello llevaría a pensar que la lanza podía acaparar el protagonismo por el tipo de representación que se buscaba. Puede cuestionarse este razonamiento estrictamente formal realizado para las monedas pero, desde una perspectiva más amplia, la presencia / ausencia de estos elementos de la panoplia parece tener sentido en relación con el tipo de escena representada por el jinete. Desde luego el valor de un escudo en la panoplia se puede considerar superior al de una lanza, por lo que una omisión por cuestiones técnicas no parece coherente, a diferencia de una ausencia intencionada. Así, cabe preguntarse si se trata de una ausencia normal, o si se encuentra relacionada con el tipo de actividad que presuntamente estaría desarrollando el jinete, cuestión que resulta posible abordar a partir de las representaciones ecuestres, también desprovistas de escudo, de otros ámbitos artesanales. Este hecho es independiente de considerar que una posterior adopción de este modelo por parte algunas de las cecas de la Citerior pudiera deberse a un fenómeno de copia, en el que no se tuvo en consideración el significado de los elementos incluidos en origen. Fig. 9. Detalle del cálatos del Cabezo de Alcalá de Azaila, Teruel Representaciones de guerreros en cerámica Para el mundo ibérico la decoración figurada de las cerámicas es la fuente de información más rica en relación con las representaciones de jinetes. Consideraba García y Bellido la pintura sobre cerámica como un reflejo de inferior calidad de una pintura mayor que no se ha conservado [17], aunque haya llegado la noticia de que entre las pinturas perdidas de la necrópolis de Galera se incluían, entre otras, escenas venatorias [18]. Las cerámicas con decoraciones singulares estuvieron destinadas al ámbito privado y su temática guardó si cabe mayor relación con el mundo de las élites que las monedas, ya que pueden entenderse como producciones generalmente reservadas para estos grupos sociales [19]. Su mensaje, por tanto, habría tenido como destinatarios a unas élites ecuestres cuyas preferencias se puede comprobar que remiten con frecuencia, en los mismos territorios que contaron con cecas, a escenas de tipo narrativo (con un mayor o menor contenido simbólico que no hay lugar para abordar aquí). El mayor problema de las monedas para albergar este tipo de escenas habría podido residir en sus importantes limitaciones de espacio, circunstancia que habría obligado a plantear una simplificación extrema de los elementos que conforman el diseño. Fig. 10. Cálatos. El Castelillo de Alloza, Teruel En las cerámicas con decoración figurada son habituales las representaciones de guerreros a caballo [20], involucrados habitualmente en escenas de combate o de caza, temas relativamente comunes en los diferentes ámbitos geográficos que conocieron este tipo de decoraciones. Producidas en la zona levantina y en el valle del Ebro entre los siglos III-I a.C., proporcionan un repertorio de utilidad como elemento de comparación con el material monetal. Son escenas de carácter narrativo que muestran preferencia por representar la lucha entre guerreros a pie [21] y el enfrentamiento de jinetes con animales. El dato de mayor interés reside precisamente en que los jinetes se relacionan generalmente con escenas de caza [22], siendo mucho más escasas las escenas de lucha con guerreros a caballo [23] o en las que aparecen desarmados [24]. También son numerosos los fragmentos con jinetes que no permiten identificar el contexto figurativo en el que estuvieron integrados [25]. Secundariamente, estas escenas presentan un detalle relevante en relación con los jinetes de las monedas, que se refiere a la presencia del escudo. Con excepciones contadas, las representaciones ecuestres relacionadas con escenas de caza presentan a un jinete desprovisto de escudo y armado con lanza, mientras que cuando éste se enfrenta a otros guerreros suele estar en pie y llevar el escudo junto a un arma ofensiva. Desde esta óptica, el jinete lancero de las monedas se adaptaría bien a esta faceta de cazador, asociación que obliga a un ejercicio de síntesis del que necesariamente quedan excluidas numerosas escenas complejas o que no han sido objeto de un estudio monográfico [26]. Las cerámicas que muestran jinetes desprovistos de escudo, en escenas de cacería, proceden de yacimientos tan diversos como el Cabezo de Alcalá de Azaila (Teruel) [fig. 9] [27], el Cabezo de La Guardia (Teruel) [28], el Castelillo de Alloza (Teruel) [fig. 10] [29], el Tossal de Sant Miquel de Llíria (Valencia) [figs. 11-12] [30], La Serreta de Alcoi (Alicante) [31], el Cabezo del Tío Pío de Archena [32], además de existir un fragmento de procedencia desconocida [33]. También existen escenas de caza a pie, pero son menos frecuentes y suelen justificarse por motivos diversos [34]. La presencia de caballos en todas estas escenas remite a una actividad de las élites que, adicionalmente, encuentra en vasos como el de La Serreta una asociación a otros episodios propios de dicho rango [35]. Fig. 11. Cálatos de los ciervos estilizados (detalle). Tossal de Sant Miquel de Llíria, Valencia Desde un punto de vista formal, algunas otras cerámicas decoradas presentan, al igual que en las monedas, un problema de perspectiva que obliga en ocasiones a mostrar el escudo o la lanza con soluciones de perspectiva poco apropiadas. Sin embargo en las escenas de caza, aun contando con esta posibilidad de incluir objetos con un criterio poco realista, se prescinde del escudo porque supuestamente no se trata de un elemento relacionado con el contexto que se pretende narrar. Quesada ha señalado que las representaciones ecuestres de las cerámicas de yacimientos de Teruel, que presentan su lanza a la altura de las caderas, serían una copia de los diseños monetales [36]. Desde esta óptica se podría sugerir que las escenas de las monedas desvelan su carácter venatorio en las cerámicas que disponen de espacio para desarrollar y recrearse en los detalles de esta actividad. De hecho, en la zona ibérica turolense estos jinetes en escenas de montería fueron la temática preferente y casi única de las decoraciones con figuras humanas [37]. Además, la proximidad geográfica entre estas producciones cerámicas y las cecas responsables de emisiones con jinete, es la más significativa de todas las consideradas, lo que les otorga un valor singular como referencia. Un problema importante a la hora de establecer comparaciones entre diferentes materiales es que las emisiones monetales se originaron en la autoridad política [38], hecho que pudo conferirles un significado diferente al de otras representaciones artísticas destinadas al ámbito privado. En este contexto, aparentemente, ganaría fuerza la opción de que las representaciones monetales fueran de índole militar [39]. No obstante, desde la perspectiva actual, lastrada por el peso de la historia política y militar narrada por las fuentes, subyace una cierta facilidad a ver un héroe militar en estas figuras ecuestres. Vistas las emisiones de la Citerior en el contexto de las emisiones helenísticas, republicanas, e incluso en relación con las cecas de la Ulterior [40], la alusión a temas militares puede considerarse como prescindible y, sobre todo, poco integrada en relación con el resto de tipos empleados en la Citerior. Fig. 12. Vaso de la caza de ciervos (detalle). Tossal de Sant Miquel de Llíria, Valencia A pesar de la gran similitud existente, en ocasiones, se observan diferencias entre los jinetes de las cerámicas y las monedas:
Resulta arriesgado establecer un paralelo directo entre representaciones cerámicas y monetales ya que no se puede ni siquiera afirmar que el jinete de éstas últimas se encuentre desempeñando algún tipo de actividad. Sin embargo, a partir de las cerámicas, es posible colegir que las actividades de tipo cinegético son las que con mayor frecuencia se relacionan con los jinetes lanceros.
Representaciones de guerreros en estelas y otros ámbitos artesanales Aunque el mundo ibérico desarrolló una escultura mayor en piedra, sólo resulta posible identificar una escena de caza menor en uno de los relieves de Porcuna [43], junto a algunos jinetes desprovistos de contexto narrativo [44]. Por el contrario, en el mundo celtibérico las estelas funerarias conforman un repertorio muy completo en cuanto a representaciones de escenas diversas, incluyendo guerreros, jinetes y cacerías. El ámbito de las estelas funerarias resulta especialmente fructífero por la cantidad de piezas conservadas, de cronología muchas veces incierta, pero con algunos ejemplares que corresponden a época republicana y muchos otros al período imperial [45]. Este material cuenta con un interés adicional por tratarse probablemente del paralelo más directo de las emisiones provinciales de Osca, Bilbilis [fig. 13] o Segobriga con jinete lancero, cuyo significado debió ser similar al de sus precedentes ibéricos y celtibéricos. Las estelas abundan en la Meseta Norte y Bajo Aragón [46], quedando por tanto incluidas en un área próxima a la de las emisiones monetales. Una cantidad importante procede de Lara de los Infantes, yacimiento que ha proporcionado más de un centenar de piezas [47], siendo especialmente relevantes aquellas que incluyen escenas con guerreros o cacerías [48]. En ellas se repite un patrón similar al de las figuraciones cerámicas, a pesar de que algunas representaciones son demasiado escuetas o se conservan fragmentariamente. En las estelas procedentes de Lara de los Infantes [figs. 14-15] y Clunia, los guerreros suelen representarse a pie y cuando van a caballo suelen aparecer asociados a escudos [49]. Piezas similares proceden de yacimientos como Caspe [50], El Palao de Alcañiz [51] o el Bajo Aragón [52], con jinetes provistos de escudo asociados a luchas, o a series de lanzas [53]. Las escenas de cacería también son frecuentes, pero muchas se encuentran incompletas. Sólo una de ellas presenta a un cazador a pie, sin embargo en otras dos aparecen a caballo y sin escudo [54], hecho que llevó a García y Bellido a considerar que otros jinetes lanceros sin escudo también se relacionarían con escenas cinegéticas [55] [fig. 14]. A pesar de su cronología incierta, su valor como testimonio puede verse reforzado en alguna de estas piezas por la presencia de textos con onomástica indígena.
El trabajo del metal también desarrolló un gusto por las escenas de montería en el mundo ibérico. En este ámbito, el carro votivo de Mérida es una de las plasmaciones más antiguas y expresivas de una escena de caza, muy distante del ámbito estudiado por cronología y procedencia, pero también con un jinete desprovisto de escudo [56]. Más frecuentes fueron las escenas venatorias en fíbulas, de las que al menos se conocen cuatro completas [57]. Lo peculiar de estas piezas es que repiten en todos los casos un esquema similar, siendo sus jinetes invariablemente portadores de escudo [58], hecho aparentemente contradictorio con la forma común de representarlos en decoraciones cerámicas y estelas. No obstante, hay que tener presente que dos de ellas son de procedencia andaluza, donde las representaciones monetales de jinetes también incluyeron escudo [59]. Del mundo de las figuritas y exvotos de bronce, que resulta demasiado amplio para abordar aquí, hay que señalar que pierden valor por encontrarse desprovistos de un contexto narrativo y proceder en su mayor parte de la zona de Andalucía, territorio ajeno al de las producciones monetales estudiadas en este trabajo. Cabría únicamente recordar el incuestionable carácter guerrero del Guerrer de Moixent, ataviado con casco, caetra y falcata, a pesar de que su antigüedad es bastante superior a la de las emisiones aquí tratadas [60]. En cerámicas, estelas y bronces diversos se ha establecido un estrecho vínculo entre estas representaciones cinegéticas, de carácter religioso y místico [61], y el ámbito funerario, tanto por el propio simbolismo de las escenas, como por el carácter de muchos de los soportes destinados a albergarlas [62]. Otras representaciones monetales Sobre el resto de jinetes armados resulta difícil pronunciarse, al no encontrarlos representados en contextos figurados diferentes al monetal. Sin embargo también hay que tener presente cómo muchas cecas prescindieron de un jinete provisto de armas, prefiriendo mostrarlo frecuentemente como portador de una palma y también, excepcionalmente, de un ave (sekaiza), un cetro (seteisken o sekaiza), una corona (turiazu), o incluso sin atributos (turiazu), objetos cuya vinculación con el ámbito militar resulta ambigua. Fig. 16. Fragmento cerámico procedente del Tossal de Manises La palma, empleada por 26 talleres, sólo fue superada por la lanza, atributo utilizado por 62 cecas. Una interesante representación de una palma aparece en un fragmento cerámico del Tossal de Manises [fig. 16]. En ella se muestra un jinete portador de palma encarado a un lobo o carnicero, estableciéndose una vinculación entre este elemento vegetal y el mundo de las fieras [63], evidenciando una simbología ajena al triunfo militar. Existen otras representaciones de jinetes, en las que un palmito podría estar desempeñando una función similar, como en una cerámica del Castelillo de Alloza en la que un jinete, acompañado por animales, es portador de un palmito y una lanza [fig. 10] [64]. Singular relación con el mundo de la caza podrían guardar las primeras emisiones de bronce de sekaiza que presentan un jinete con ave [fig. 17], relacionada con una escena de cetrería [65], una enseña militar romana [66], o una representación simbólica relacionada con el ascensus del jinete [67]. También existe una cerámica figurada que presenta un jinete con ave [68] procedente de Bolbax (Murcia) empleada por Beltrán para argumentar que la representación monetal refiere a una escena de caza con rapaces. En esta pieza de Bolbax no está cazando, sino que forma parte de una escena de desfile, hecho que en su caso apoyaría la relación con la actividad independientemente de su ejercicio. Un trabajo monográfico ha defendido la existencia de la cetrería en el mundo ibérico basándose fundamentalmente en algunas posibles representaciones de rapaces en las cerámicas ibéricas [69].
El cetro que llevan jinetes en las monedas de seteisken y, puntualmente, en las de sekaiza se ha considerado en ocasiones como un caduceo. Pero su forma remite realmente a un objeto similar que sostiene un peculiar personaje, que aparece sentado participando de una escena compleja con una especie de combate ritual, en una de las cerámicas de El Castelillo de Alloza [70] [fig. 18]. Al encontrarse presenciando una escena de lucha, parece que su interpretación como una forma de cetro de mando es la única lógica. Más allá de su identificación resulta difícil precisar el carácter del jinete portador de dicho objeto, aunque en este caso una faceta de mando parece más próxima a un ambiente militar que a uno de montería. Incluso algunos instrumentos que se han considerado como armas, como la espada del jinete de baskunes [fig. 19], bentian, olkairun o uarakos, podrían dejar de serlo si el contexto considerado fuese más amplio que el estrictamente guerrero. En algunas de sus monedas la espada presenta una curvatura notable que no guarda ninguna relación con el material arqueológico conocido [71]. Puede deberse a una imprecisión fruto de un grabado descuidado o deberse al propio proceso de acuñación, ya que en muchos cuños se presenta recta. Sin embargo, el trazado no presenta ninguna dificultad técnica, por lo que su forma variable también deja abierta la posibilidad a entender la pieza como un palo o fusta, y la escena como un ejercicio de doma o una ejercitación relacionada con el control del animal [72]. Resta por observar que ni los jinetes de las monedas, ni los de las decoraciones cerámicas parecen llevar casco, detalle que podría aproximar más si cabe su concepción. Aparentemente el uso de una espada a caballo resultaba ineficaz, aunque también las fuentes hablan de guerreros que desmontarían en el momento de la lucha. Sandars pensó en la caballería ibérica como una infantería montada [73]. Fig. 18. Cálatos del Castelillo de Alloza, Teruel Integración en un sistema monetario Los diseños sirvieron indudablemente como identificadores de los diferentes valores del sistema. En este sentido parece interesante considerar como, adicionalmente, pudo haberse contemplado la conveniencia de que todas las denominaciones guardasen una cierta armonía temática. El sistema republicano de bronce, que sirvió como modelo del ibérico, empleaba la proa como motivo permanente en los reversos de sus bronces. En la Citerior la cabeza masculina cumplió una función similar en el anverso, a pesar de contar con ligeras diferencias en cuanto a sus atributos. Estos diseños principales estuvieron acompañados secundariamente por otros que guardaron una cierta coherencia como grupo. En Roma, dioses y héroes sirvieron en los anversos para articular la escala de valores de las denominaciones en bronce, mientras que en la Península Ibérica se emplearon un jinete y diferentes animales en los reversos con idéntica finalidad. Resulta factible percibir una cierta unidad temática en ambos sistemas pero, en el hispano, la faceta de un jinete cazador sería quizá la que mejor acompañaría a este repertorio animal. Excepciones como la de ikalesken podrían entenderse, a pesar de la diferencia, también en un sentido cinegético, aunque la variedad de ejercicios ecuestres en las que pudieron estar implicadas las élites debió ser amplia, escapando, por desconocimiento, a cualquier ejercicio de enumeración. El hecho de que la moneda ibérica fuese común en contextos militares añade una cierta ambigüedad al entender que la tipología monetal estuvo próxima al ambiente que las utilizaba. Se ha indicado que los propios diseños de la serie HISPANORVM tienen una tipología militar en cierta medida [74], aunque parecen integrarse más en la línea de los tipos empleados normalmente en las emisiones sicilianas. Sin embargo, el conjunto de diseños empleado en las emisiones peninsulares, excluyendo a los jinetes parece enmarcarse en una línea diferente de la militar.
Conclusión Aunque la caza fue, indudablemente, una de ellas, desconocemos qué otras actividades pudieron llevar a cabo los jinetes ibéricos y celtibéricos. Lo cierto es que los caballos remiten a las élites y que la caza debió ser una actividad importante tanto a nivel simbólico como de subsistencia. A nivel simbólico debió desempeñar un papel importante en los ritos de iniciación de los adolescentes, con un enorme valor como muestra de valor y destreza. Similar lectura se ha realizado de los jinetes de las monedas de Macedonia, en las que se ha querido ver la figura de un cazador, modelo ideal de un rey que manifiesta análogo valor en la caza y en la guerra [75]. Blázquez se hizo eco de la gran importancia de la caza en la antigua Hispania, valiéndose de las numerosas fuentes clásicas que la ponderaron [76]. El matiz simbólico de la caza parece más adecuado para entender los diseños monetales, que su aspecto estrictamente relacionado con la subsistencia. En relación con ello hay que recordar que en yacimientos celtibéricos escasean los aportes cárnicos procedentes de la caza aunque las especies son recurrentes y diversas, con el importante problema de identificar los jabalís [77], aunque el ciervo pudo llegar a suponer un consumo cárnico de entre el 3% y el 10% [78]. En el ibérico pleno se ha observado una reactivación de la caza con predilección por la captura de machos [79], sin embargo para el ibérico final se ha observado una abundancia de especies silvestres en un registro que incluso contradice la concepción de la caza como actividad lúdica, debido a la abundancia de ejemplares hembras [80]. En síntesis, el presente trabajo pretende únicamente dejar constancia de una serie de hechos:
Manuel Gozalbes Fernández de Palencia |