LAS CASAS DE MONEDA  ESPAÑOLAS EN AMÉRICA DEL SUR

 

II.- El XVII: un siglo en crisis

 


Feria de Portobello (Panamá) en el siglo XVII, a la llegada de la flota de España. Grabado en "Mis viajes.. " de T. Gage

 

La reapertura de la ceca de Lima en 1684

 

 

         Desde su llegada a Lima a fines de 1681 el duque de la Palata, don Melchor de Navarra y Rocaful, vigésimo segundo virrey del Perú, tomó especial interés por el restablecimiento de la ceca limeña.  Fue consciente desde un comienzo que la fábrica de monedas era una urgente necesidad para el buen funcionamiento del virreinato y notó muy pronto que lo que estaba dilatando su erección era, por un lado, el interés desplegado en este sentido por Potosí, apoyado por el presidente de Las Charcas Bartolomé González de Pobeda, y por otro lado, según se decía, por los intereses de la casa de moneda de Sevilla que quería seguir recibiendo las barras de plata peruanas para acuñarlas en sus instalaciones. 

 

         Una vez que estudió detalladamente el problema, el virrey escribió a Su Magestad el 20 de noviembre de 1682 un largo informe que comienza recordándole que el 4 de noviembre de 1680 le había enviado una carta de doce capítulos sobre los inconvenientes de fundar una casa de moneda en Lima, y acompañaba a este documento un informe en cinco pliegos remitido por el virrey arzobispo Melchor de Liñán y Cisneros, en la cual explica todas las conveniencias de establecer una ceca en Lima sin clausurar la de Potosí.  El motivo del Soberano para enviarle toda esa información a Palata, era pedir al virrey la realización de una investigación exhaustiva tras la cual debía informar sus conclusiones.

 

         El virrey, luego de recogidos todos los pareceres, pidió al corregidor Luís de Oviedo y Herrera resumir todos los documentos presentados, los que fueron muchos.  El resultado fue claro: De todos los informes solo el del presidente de Las Charcas consideraba que una ceca en Lima perjudicaría la de Potosí, lo cual era contrario a la opinión general, ya que, como dijo el virrey:    

 

"... se hace demostración de que los que han labrado asta aora en Potosí no pueden tener conbeniencia de venir a Lima, y que las barras que vienen siempre a esta ciudad son suficientes para conservar su labor." [1]

 

         Decía además el virrey que durante su primer año de gobierno ha visto parar el comercio y dejado de producir sus frutos la tierra con la natural disminución de los productos que enriquecen a la Corona "por falta de monedas en todo género de personas de mayor y menor facultad." [2]

 

         Palata había llegado al Perú a poco de haber zarpado la flota a Panamá el 21 de setiembre de 1681.  Era justamente el momento en que, por haberse embarcado el circulante en la flota, el virreinato quedaba sin monedas.  Por ello decía el virrey a Su Majestad  que "aunque se dice que esto sucede siempre el año de la armada por pocos meses yo asegura a V.M. que ha sido el año entero la esterilidad." [3]

 

         Era consciente, por tanto, el virrey que la única forma de aprovechar la tierra para sacar de ella el máximo para la Real Hacienda y a la vez desarrollar el comercio, era contar con abundancia de moneda, la cual no se veía en la región de Lima.  Por ello, decía, era que venía desde tan antiguo la reiterada súplica del comercio y autoridades limeñas para que se restableciera la ceca.  La situación, de por si mala como hemos visto, se agravó por la Real Cédula del 4 de junio de 1680 por la cual quedaba reducido en el Perú y Tierra Firme el peso ensayado en pasta a un máximo de 144 pesos de 9 reales por cada 100 ensayados, cuando el precio había sido de 148.  El cambio hizo que las barras no pudiesen ser compradas en Lima a más de 139 pesos ya que había que sumarle los fletes y el riesgo para colocarlas en Portobelo.  Por el precio, reducido, eran pocos los que querían deshacerse de sus barras, y esto hacía que no hubiese circulación de los pocos pesos llegados de Potosí. [4]

 

         El problema creado por la ceca de Sevilla, que era la otra parte interesada en que no se estableciera casa de moneda en Lima, era exagerado porque estaba claro que entre las barras de plata llegadas de Nueva España y las que desde el Perú salían de las cuentas de Su Majestad, tendría la ceca andaluza suficientes pastas para su labor. En la fabrica de Lima se acuñarían solo las barras de los particulares, satisfaciéndose las necesidades de circulante en el virreinato y no perjudicando para nada a la de Sevilla.

 

         Las informaciones detalladas dadas por el virrey fueron suficientes para que Carlos II el 6 de enero de 1683 diese la autorización para la apertura de la casa de moneda de Lima por medio de una Real Cédula cuyo texto es el siguiente:

 

"Enero 6 de 1683.- Que el virrey del Perú erija y funde Casa de Moneda con todos los adherentes necesarios y venda los oficios que en la inserta instrucción se refiere, rematándolos a pregón los oficiales reales, con asistencia del oidor menos antiguo y el fiscal de la Real Audiencia en la forma ordinaria; cuyos productos se remitan a España indispensablemente y por los oficiales de la Real Hacienda.  Que también erija Casa de Moneda para labrar oro, la ciudad del Cuzco, con las mismas condiciones y las siguientes:

1.- Que todas las barras pertenecientes a la Real Hacienda o a particulares se labren indispensablemente en la Casa de Lima;

2.- Que no pudiendo abastecer la Casa de Lima a la labranza de toda la plata que produce el reyno, el virrey en este caso, precisará y mandará que todas las barras que se fundieren en Potosí, su ribera, minerales de Lipes, Chicas, Oruro, Porco y demás comarcanos a Potosí, se labren y hagan reales precisamente en la Casa de Moneda de Potosí;

3.- Que despreciando cualquier oposición que haga la de Potosí, ejecute el virrey precisamente la erección de esta en Lima y que de cuenta de sus representaciones; 4.- Que para la del Cuzco, tenga el virrey presente para la regulación de la venta de sus oficios, los que hay en la de Santa Fe." [5]

 

         Otra Cédula de la misma fecha ordenaba al virrey tener el mayor cuidado en que se acuñen las monedas con la ley y el peso legal, y que de Potosí se enviasen a Lima una moneda de ocho reales y una de cuatro de cada hornaza para que fueran reconocidas por los ensayadores mayores. [6]  Esta decisión no solo terminaba con el abusivo monopolio de Potosí, sino que ponía a esa ceca altoperuana bajo el control de la de Lima, terminando así un problema que había durado prácticamente un siglo.

 

         La Cédula de creación de la ceca llegó al Callao el siete de octubre de 1683 según no ha dejado indicado el virrey Melchor de Navarra y Rocaful en su ya citada Relación de Gobierno, anotando además que se le mandó "que la fundase luego, y beneficiasse los oficios en conformidad de un presupuesto" que se le remitió con el valor que estos debían tener.

 

         Joseph de Mugaburu nos ha dejado uno de los testimonios más interesantes sobre el siglo XVII peruano en la forma de un diario que cubre desde 1640 a 1686, fecha en la que por muerte de éste, fue continuado hasta 1694 por su hijo el clérigo Francisco de Mugaburu.  En la entrada del diario correspondiente al ocho de octubre de 1683, anotó don Joseph la llegada de un aviso de España, y al finalizar la nota en la que se mencionan las novedades traídas por el navío indica:

 

"...y también vino cédula en este aviso para que se fundase Casa de Moneda en la ciudad de Lima" [7]

 

         El virrey procedió el 6 de noviembre a dictar las instrucciones que se debían seguir en el nuevo establecimiento de acuerdo a lo ordenado por el rey.  Aunque las técnicas y procedimientos para la operación de la ceca casi no habían cambiado en relación a lo que hacia en Potosí, en lo referente a los ensayes se estableció que las monedas debían tener una talla de 67 reales por marco y una ley de 11 dineros y 4 granos, insistiéndose en que para labrar moneda debían usarse solo barras de plata quintada, y que el metal no terminado de trabajar debía ser guardado por el tesorero en una caja de dos llaves, una de las cuales entregaría al ensayador y la otra al dueño de las pastas. [8]

 

         Mientras se preparaba todo lo necesario para iniciar operaciones, se dieron algunas disposiciones sobre las medidas que habrían de tomarse en el futuro en lo que a los envíos de plata en barras o labradas se refería.  Es otra vez Mugaburu quien nos ilustra al respecto:   

  

"Viernes tres de diciembre del año mil y seiscientos y ochenta y tres se publicó por bando una cédula de S.M. en que manda que ninguna barra ni plata labrada, aunque sea quintada, no vaya a Panamá ni España, sino que toda se haga y se labre de reales , en esta casa de moneda nueva que se ha hecho en esta ciudad de Lima para el dicho efecto, poniendo graves penas a los que se atrevieren a quebrantar el dicho bando, que son muy grandes; y el que lo quisiera saber todo por lo extenso lo que el dicho bando contiene, lo sabrá en el oficio de gobierno; y para que conozca destas causas dio su poder el Señor Virrey Duque de la Palata al Señor Oidor Lobatón, como superintendente de todo lo que contiene el dicho bando, y en la Casa de Moneda de Lima”  [9]

 

         El virrey, en su ya citada Relación de Gobierno, termina el acápite sobre la casa de moneda limeña comentándole a su sucesor con orgullo que aunque no se creyó posible iniciar las labores en muchos meses por pensarse que no sería posible encontrar a los funcionarios para todos los departamentos de la fábrica, "todo lo dispuso Dios de manera que en término de solos dos meses se empezó la labor." [10] 

 

         La casa de moneda abrió sus puertas en primer día de diciembre de 1683, coincidiendo con los dos meses mencionados por el virrey en su relación. [11]  Al comenzar 1684 Mugaburu incluye en su diario una escueta nota, valiosa por su precisión:

 

"Viernes siete de enero.  Empezaron a acuñar la moneda nueva en la Casa de Moneda ." [12] 

 

         En la fecha indicada por Mugaburu se inició la acuñación en la ceca limeña, la cual en adelante solo se detendría por guerras o desastres naturales, siempre por muy corto tiempo.  El período que comenzó en 1684 se caracteriza por estar la administración de la ceca en manos de Tesoreros Administradores.  Esta etapa duró hasta 1704, año en que la administración fue comprada por los condes de San Juan de Lurigancho.  A lo largo de todo el período comprendido por la administración de tesoreros nombrados y luego por los conde de San Juan de Lurigancho, contaba la ceca con "Superintendentes Oidores", es decir, Oidores de  la Real Audiencia de Lima que funcionaban como lazo de unión entre el gobierno y la fábrica de moneda.  Estos oidores ejercían la representación y tenían primacía honorífica pero no tenían mando ya que este correspondía a los Tesoreros Administradores.

         El primer Tesorero Administrador fue Francisco Pita Castrillón, quien desempeñó el cargo desde el inicio de las operaciones hasta que fue trasladado a Potosí en diciembre de 1684.  Sucedió en el cargo a Pita, Rafael de Laegui, considerado el verdadero organizador del establecimiento monetario limeño, y en especial a todo aquello que se refiere a la implementación técnica de la fábrica. A Leaegui, que trabajó en la ceca hasta su muerte en 1698, le tocó durante su gestión soportar el terremoto de 1687 que destruyó el establecimiento "alquilado e inoperante" en que había funcionado la efímera casa de moneda establecida en 1659 por el virrey Alva de Liste. [13] 

 

         La nueva casa de moneda de Lima desarrolló, desde su inicio, una pujante actividad, lo que era una demostración patente de la falta que su ausencia había significado para el fluido movimiento económico del virreinato.  El doctor Carlos Camprubí Alcázar, al tratar sobre la operación de la ceca desde 1684 hasta el fin del siglo explica:

 

"...como índice de su pujante actividad inicial cabe destacar que, en sus escasos y primeros veintidós meses labró cerca de ocho millones de pesos, y es tanto más elocuente esta cifra si se le compara con la de cinco millones, que es el monto en que se calcula la acuñación de la casa en todo su primer tiempo, incluyendo lo troquelado en la época de Alva de Lista. No obstante, los graves perjuicios traídos por el terremoto, que fueron valientemente superados, a fines del siglo asciende lo sellado a la ya importante magnitud de veintiocho y medio millones en plata y a 473 en oro, siendo este hecho la mejor prueba no solo de la necesidad de su existencia, sino de su espléndida organización." [14]

 

         El duque de la Palata se preocupó en regular todo lo concerniente al funcionamiento de la ceca, dedicando especial atención a los salarios que debían pagarse a cada uno de los que allí trabajaban.  La remuneración de los Tesoreros Administradores eran cagadas por concepto de  "Ayuda de Costos" y ascendía a trescientos cincuenta pesos  mensuales, y es justamente este sueldo fijo lo que los diferencia de los operadores de la ceca del siglo XVI cuando la remuneración al Tesorero se hacía por porcentaje de los producido, y que había dado siempre pie a las quejas de los funcionarios en el sentido que las cantidades acuñadas eran bajas y por lo tanto la utilidad no compensaba el esfuerzo hecho en adquirir el puesto.

 

         A lo largo del siglo XVII España había sufrido una grave crisis monetaria que inundó la península de moneda de vellón mientras que la buena moneda de plata, tanto la acuñada en las cecas de América como en las de España, salía rauda en dirección a los mercados extranjeros.  Fue Carlos II quien inició el restablecimiento del equilibrio monetario español.  Luego de varias medidas reguladoras de la acuñación del cobre y circulación de las viejas monedas españolas, el 14 de octubre de 1686 se dispuso un aumento de veinticinco por ciento en el valor de la lata con lo que se estimuló el crecimiento de la masa monetaria y se redujo la ventaja que tenían los extranjeros al extraer la buena moneda de plata de la península. [15]

 

         Las disposiciones monetarias de Carlos II, en especial la del 14 de octubre de 1686 repercutieron en el virreinato peruano porque al aumentarse el valor de la plata, las monedas de ocho reales pasaron a valer diez, pero por no haberse equiparado la paridad de la moneda peninsular con la americana, ello significaba que los mercaderes de indias tendrían que vender barato y comprar caro.

 

         En la Relación de Gobierno que escribe para el conde de la Monclova el virrey de la Palata se trata el asunto de la diferencia de paridad en un capítulo que titula el vice-soberano "Argumentos del valor del marco de plata".  Allí explica bien la actitud que habían asumido los "asogueros de Potosí":

 

"Con la noticia y algunos ejemplares que vinieron al Perú de la Pragmática que se publicó en Castilla el 14 de octubre de 1686, en orden a que el marco de plata tenga un cuarto más el valor que ha tenido asta aora, se suscitó por el gremio de azogueros de Potosí aquella antigua pretensión que intentaron a las últimas del reinado del Señor Rey don Phelipe tercero, y según lo que escribe y refiere en su libro el docto jurisconsulto Alonso Carranza en su tratado de las monedas, tuvo resuelto el Señor Rey don Phelipe Quarto darle este mayor valor , aunque por entonces no se ejecutó, y viéndolo aora declarado por Pragmática de los Reynos de Castilla me pidió el gremio de azogueros que le hiciese observar en estas provincias, o que no teniendo facultad para ello, informase a Su Majestad, remitiéndole el memorial impreso que fundaron sobre esta instancia." [16]

 

         El virrey era de opinión favorable a los mercaderes peruanos y así lo informó al Soberano en carta del 20 de octubre de 1688, aduciendo que al aumentar en valor de la plata se pondrían en funcionamiento muchas minas que estaban detenidas por no resultar económica su labor, y que el aumento de la producción minera significaría que en esa misma proporción "crecerán los quintos que es la principal hacienda que Vuestra Majestad tiene en este Reyno" [17] Veía también Palata un grave peligro en dejar que persistieran la diferencia del valor de la plata a ambos lados del Atlántico ya que además de las pérdidas que sufrirían los mercaderes en Cádiz y Portobello, los contrabandistas se volverían más osados al poder aumentar en un veinticinco por ciento las pingues ganancias que ya normalmente hacían.

 

         La acuñación de monedas de oro en Lima no se permitió hasta luego de haber pasado varios años de la reapertura de la ceca.  Si bien en Santa Fe de Bogotá se venían acuñando monedas de oro desde 1622, había desconfianza en permitir que se labrasen piezas de ese metal en el Perú porque, según se decía, el valor de estas monedas y la calidad de los orfebres del país hacían muy tentadora su falsificación.

 

         Una Real Cédula del 19 de agosto de 1695 autorizó a la ceca de Lima, finalmente, la acuñación de oro, y a poco del arribo de la noticia al Perú, el 7 de noviembre de 1696 el virrey Conde de la Monclova prohibió terminantemente la circulación y las transacciones comerciales hechas con oro en barras,  debiendo efectuarse siempre estas, de allí en adelante en moneda de oro.

 

         Para que se encargase de las operaciones del oro se nombró como mercader de ese metal en la ceca al capitán Juan de Murga quien se ocuparía directamente de la fabricación mientras que el tesorero Laegui estaba encargado de redactar los documentos que regulaban los aspectos administrativos, entre los cuales estaban los referidos a la adquisición del metal para las acuñaciones, así como aquellos relacionados con los derechos que se debían pagar.

 

         Las monedas de oro de este período fueron fabricadas a golpe de martillo, en el sistema tradicional, y eran de tipo macuquino.  Los valores de estas primeras monedas regulares de oro acuñadas en la capital del virreinato se produjeron en valores que iban desde un escudo hasta ocho escudos, siendo estas últimas piezas llamadas "onzas".

 

         A la muerte del tesorero Rafael de Laegui en setiembre de 1798, no hubo nadie que se interesase en adquirir el puesto como había ocurrido antes, por lo que el virrey nombró el 4 de ese mismo mes como sucesor en la tesorería administrativa a Luis de Sotomayor Pimentel, quien asumió el cargo en la ceca al día siguiente tras haber dejado en la Caja Real una fianza de 20,000 pesos.  El día 9 de setiembre fue Sotomayor recibido en la ceca por:

 

"...el Sr. Licenciado Dn. Juan Gonzales de Santiago del Consejo de S.M., Oidor de la Real Audiencia y Juez Superintendente de la dicha Casa, el capitán Francisco Hurtado, Ensayador Mayor de este reino y actual de la dicha casa, quien le dio el despacho de ella por muerte del Tesorero don Rafael de Laegui  mientras S.E. proveía dicha Tesorería; Don Pedro de Carrasco y Miguel de la Banda, Guardas; Don Blas Sánchez, Balanzario y los demás oficiales de esta." [18]

 

         Sotomayor continuó en el cargo de tesorero hasta el primero de julio de 1704 luego de que por remate se adjudicó la tesorería por "Juro de Heredad" a los condes de San Juan de Lurigancho, con lo que se inicia la etapa de los Tesoreros Propietarios.

 

 

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[1].- Memoria de Los Virreyes.  Don Melchor de Navarra y Rocaful.  (M.A. Fuentes, editor). Ob. cit. Tomo II. p.141.   La carta del 20  de diciembre de 1682 fue incluida íntegramente por el duque de la Palata en la relación de gobierno, y de ella se han tomado muchos datos sobre el establecimiento de la ceca y sus antecedentes.

[2].- Ibid.

[3].- Ibid.

[4].- Moreyra Paz Soldán, Manuel. 1980.  Ob. cit. p.79.  Explica que teóricamente los 100 pesos ensayados valían 147 de a 9 reales (moneda de cuenta) y todavía sobraban 18 maravedís.

[5].- La Real Cédula e creación de la ceca de Lima, fechada el 6 de enero de 1683 fue incluida por Metraya Ricci en su cedulario y fue transcrita por Moreyra en su obra citada.

[6].- Moreyra Paz Soldán. Ob. cit.

[7].- Mugaburu, Joseph. Diario de Lima 1640-1694.  Lima, 1935.  Prólogo y notas de Carlos A. Romero. p.228.

[8].- Tauro, Alberto. Joseph Rodríguez de Carassa en la historia de la acuñación colonial-  Revista Histórica, tomo XXXIV . Lima, 1983.  Es importante anotar que con el reordenamiento de 1683 se reemplazó la ordenanza del 7 de enero de 1649 en lo que a ensayadores mayores se refiere; reduciéndose de dos, uno para la ceca y otro para la Caja Real, a uno solo para ambos trabajos. pp. 152-153 

[9].- Ibid. p.230.

[10].- Memoria de los Virreyes.  Lima, 1859.  Ob. cit. tomo II.  p.148.

[11].- Mugaburu, Joseph. Ob. cit. p.257.  Indica explícitamente en un cuadro de acuñación "Desde primero de diciembre de 1683 que se abrió la casa de moneda de Lima, hasta fin de octubre de 1685, se han labrado 7´762,878 pesos."  Se indica allí también que la utilidad en en período ha sido de 327,890. pesos luego de cubrir costos, derechos, salarios y otros gastos.

[12].-Ibid. p.231

[13].- Camprubí Alcázar, Carlos. Casa Nacional de Moneda IV centenario 1565-1965.  Lima, 1965.  Reproducido en Numismática XXXII (revista de la Soc. Numismática del Perú) Lima 1985. 

[14].- Ibid.

[15].- Domínguez Ortiz, Antonio. Crisis y decadencia en la España de los Austrias.  Ediciones Ariel. Barcelona, 1984.

[16].- Fuentes, M.A. Memoria de los Virreyes. Ob. cit. Tomo II. p.156-157.

[17].- Ibid.

[18].- Moreyra Paz Soldán, Manuel. Ob. cit.