LOS HIJOS DE CONSTANTINO I MAGNO (337-340 d.C.)
El Imperio Romano se reparte

 
Las ciudades numeradas en el mapa corresponden a las cecas de este periodo:
1 -  Treveri 2 -  Lugdunum 3 -  Arelate 4 -  Aquileia
5 -  Roma 6 -  Siscia 7 -  Thessalonica 8 -  Heraclea
9 -  Constantinopolis 10 -  Cyzicus 11 -  Nicomedia 12 -  Antiochia
13 -  Alexandria            

   

Los herederos de Constantino I Magno.

     

Al parecer Constantino I compartía la opinión de Diocleciano de que el Imperio sería gobernado más eficientemente por varios coemperadores, por lo que había decidido dividirlo entre sus tres hijos y dos de sus sobrinos. Concretamente entre sus hijos: Flavio Claudio Constantino, Flavio Julio Constancio y Flavio Julio Constante, quienes ya ostentaban el poder desde su nombramiento como césares en 317, 324 y 333 respectivamente, y sus dos sobrinos Delmacio y Anibaliano, a los cuales también había nombrado césares en 335.
 

     

Sin embargo, la muerte del emperador en 337 desencadenó unos hechos bien distintos.


   

Provincias de Constancio II, heredados a la muerte de su padre (337).

     

Cuando murió Constantino I (337), su hijo Constancio II se encontraba de campaña en Mesopotamia, por lo que decidió regresar apresuradamente a Constantinopla en donde urdió un complot para acabar con la vida de todos sus rivales. No solo los dos césares Delmacio y Anibaliano, sino prácticamente todos los varones de la familia de Constantino I fueron asesinados por orden de Constancio II (seguramente en connivencia con sus hermanos Constantino II y Constante).

     

Únicamente dos pequeños niños (sus primos Constancio Galo y Juliano) se salvaron de la matanza. Constancio II no los debió considerar como una amenaza y los dejó con vida, aunque sus infancias fueron prácticamente un cautiverio.

     

Tras estos sucesos, Constancio II, dueño de todas las provincias orientales, se dirigió hacia Sirmium a reunirse con sus hermanos, para repartirse entre los tres el Imperio que había unificado su padre (ver mapa1).

     

En septiembre de 337, los tres hijos de Constantino I fueron proclamados Augustos en Sirmium, correspondiéndole a Constancio II la totalidad de los ricos territorios orientales: Aegyptus, Oriens, Pontus, Asia y Thracia.


   

Provincias de Constantino II, heredadas a la muerte de su padre (337), que serían anexionadas por su hermano Constante en 340.

     

En la cumbre de Sirmium citada, Constantino II fue nombrado Augusto, quedando encargado del gobierno de  las provincias más occidentales: Hispania, Britannia y Gallia.

     

Constantino II era el hermano mayor y tenía una personalidad dominante e irascible, por lo que normalmente imponía su voluntad a Constante, que era el más pequeño. Pero el reparto de poderes había sido entre iguales, ninguno tenía mayor rango, por lo que Constante se rebeló contra su pretendida autoridad e impidió las ambiciones anexionistas de su hermano respecto los territorios de Africa.

     

Constantino II no dudó en invadir el norte de Italia en 340, pero en la batalla, cerca de Aquileia, fue derrotado y muerto, siendo su cadáver arrojado al río Alsa (abril de 340), aunque más tarde recuperado y enterrado en Constantinopla con honores imperiales. Constante había quedado como dueño absoluto de Occidente.


   

Provincias de Constante, heredadas a la muerte de su padre (337).

     

Simultáneamente a sus hermanos, en la cumbre de Sirmium de 337, Constante fue nombrado Augusto y quedó encargado del gobierno de  las provincias centrales del Imperio: Italia, Illyria y Africa. En 340, al resultar victorioso en la guerra fraticida desatada por Constantino II,  se anexionó Hispania, Britannia y Gallia, convirtiéndose de este modo en el único emperador de Occidente.


   

Constante gobierna como único emperador de Occidente entre 340 y 350.

     

A la victoria sobre Constantino II le siguieron brillantes campañas en Gallia contra los francos (341-342) y la pacificación de Britannia (343). Sin embargo Constante fue un gobernante perverso, violento, cruel y avaricioso y cuando en enero de 350 se fraguó la conspiración en la que Magnencio fue proclamado Augusto, el emperador huyó rápidamente hacia Hispania, encontrando la muerte poco antes de atravesar los Pirineos, en donde fue descubierto por emisarios de los rebeldes. La usurpación de Magnencio había triunfado y Constancio II entraría de nuevo en escena (ver mapa 3).